La vaca Flora no es una vaca al uso, es la amiga de todo el vecindario. En lugar de cencerro, lleva campanillas y un lazo rojo al cuello. La vaca Flora da leche y le gusta subir al prado a comer pastos. Flora deshoja margaritas para saber quién es su enamorado y juega con los niños del Valle.
La vaca Flora no es una ermitaña, le gusta rodearse de gente, pero no de otras vacas, pues dice que le pegan las moscas y que luego tiene que estar toda la tarde de siesta meneando el rabo para espantarlas.
La vaca Flora es risueña y parece una chiquilla, tan solo le falta ponerse minifalda y pintarse los labios de rojo pasión. Le gusta la música y la charanga, le gusta contornearse por el prado tentando a los toros.
A la vaca Flora le ha salido un enamorado, un toro de lidia grande, fuerte y bravo.
De su leche salen sabrosísimos quesos y cuajada.
La vaca Flora se ha puesto triste pues se llevan a su toro de lidia a los ruedos ¿y si se lo matan? ¡Ojalá y lo indultaran!
La vaca Flora ya no ríe como antes, a su enamorado lo mataron en la plaza. Ya no gusta deshojar margaritas pues ahora se las come y ya no da leche, se le cerraron sus tetillas.
La vaca Flora ya no es la sombra de lo que fue, antaño era risueña y salerosa, daba gusto verla pastar y pasear por los prados y beberse su rica leche, un torero se cruzó en su camino y por delante se llevó a su toro de lidia, su eterno enamorado.
La vaca Flora esta todo el día tumbada en el establo, se la comen las moscas, sus ojillos ya no son chispeantes, y como pudo se quitó el lazo rojo del cuello y las campanillas.
Flora por favor, no te vayas a morir tú también, pero es lo que más desea, partir al encuentro de su amado.
Mariló García Martínez