5,56 MILÍMETROS

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Como escritor y guionista, Iranzo, nos sorprende con esta ficción de «película americana» sobre las consecuencias de la guerra. Este relato forma parte del programa «No está todo dicho» en UPV radio. Os dejamos el link para que lo escuchéis.

No está todo dicho

https://www.upv.es/rtv/radio/no-esta-todo-dicho/64601

Tipo: Magacine
Dirige: Inma Ferris Gamón
Presentan y colaboran: Adrian Castillo Bermúdez, Aurelia Lerma Serrador, José Manuel Lorente Barrón, Miguel Arnauda Albors, Sara Mascaros Prades, José Vicente Rovira Bolumar, Pedro Rodríguez Gimenez, José Fran cisco Iranzo Villar

Es sorprendente, cómo podemos estar aquí tumbados. Y recordar cosas de los días pasados. Y quizá en un corto minuto recuperar un año pasado y todo lo que lleva dentro. Es sorprendente, como una sala tranquila, nos permite reflexionar, desatando nuestros pensamientos, o quizá una frase extraña, nos recordará algo que pasó en los días pasados. Todo el mundo almacena cosas que han pasado. Algunas están olvidadas, otras siempre permanecerán. Pero un soldado que ha ido a la guerra tiene en sus memorias de la vida algo más. “Algo” que sólo puede estar en las memorias de los hombres, como tú y como yo. “Algo” que surgió en medio de balas y disparos, evoluciona y crece en tiempos sanguinarios. Esta camaradería que conocemos nosotros, que nunca mimamos mucho. Es ese “algo” arraigado en nuestras mentes, en las tierras donde muchos descansan para siempre. Y así recuerdo desde el principio, a los tipos que conocí, ahora lejos de mí. Mi servicio militar ha terminado, y lo dejo todo atrás. Pero ese “algo” en mi mente no me abandonará jamás…”

Éste fue en su día mi empujón particular para no querer morir en Camboya. Regalo sacado del cajón de trastos viejos y reliquias del locutor hippie del cuartel, éste poema acerca de lo bonito del compañerismo la verdad es que ahora me la suda y bastante. Lo siento, pero lo hecho, hecho está. La guerra te transforma. Aquí todos somos hombres malvados, y mañana el Tío Sam me lo demostrará a fondo.

Recuerdo ya sin entusiasmo mi vida como asesino durante la Guerra de Vietnam, en el peor Destino del Mundo; nuestros despliegues desde helicópteros CH-21 cubiertos por el fuego del artillero, o cómo debías de ir en cada operación con la cabeza gacha si no deseabas que te la volasen. Recuerdo gente joven, aventurera e inexperta en un infierno como aquel. El cómo morían en su primera misión… Acribillados, empalados en trampas Punji o mucho, muchísimo peor. Esa era la guerra y no las gilipolleces que te sueltan por el cine para subir la moral de un país entero, aún en vano. Aún hacia la perdición, el pesar.

Recuerdo cómo se escondían esos bastardos de piel amarilla entre la vegetación. Allí, invisibles en su terreno, en un juego de guerrillas que jamás nosotros superaríamos. Sí. Como dije, Estados Unidos la cagó en esta guerra anticomunista. Y yo acabé de joderla también para no variar.

Y es que olvídate de la camaradería escrita por Ronald Tee durante su estancia en el 56 Ejército Británico de la Segunda Guerra Mundial. Olvídalo como yo, aunque encuentres otro ejemplar escrito por ese necio. Tus amigos de litera te calarían a fondo si fuese desde una orden del alto mando. Sí, de ese atajo de cabrones en su Torre de Marfil quienes nunca pisaron el lodo contigo y tu M16 cubierto de sangre. Sólo una orden y dejan de ser tus hermanos de armas para siempre. Y las míticas juergas nocturnas con prostitutas de ojos rasgados, drogas y cerveza se van por donde nunca debió de brillar el Sol.

La cagué hasta el garrón. Quise ser el mejor soldado que mi padre pudiese contemplar. Maté por mi patria y por Dios, hasta lo extenuante, hasta la mayor locura inhumana… pero no. Ya no podía contemplar más cosas que sólo se ven en la guerra.

Desvariaba, cometía errores, no distinguía realidad y fantasía entre el miedo… Pedí pronto mi licencia por neurosis de guerra a los médicos de Misuri.

A dos semanas de acabar mi servicio militar la mente me volvió a jugar otra mala pasada. Osmund Madsen, brigada de nuestro pelotón, abusó en desmedida con la morfina y comenzó a hacer idioteces entre la jungla, realizando tiros de AK-47 contra la ramera más desafortunada del putiferio en el que estábamos de permiso.

Yo no oí las risas de mis camaradas, ni sus disparos de juerga al aire. Tan sólo alcé mi Colt.

Lo demás se puede imaginar: mi cuerpo molido a palos lleva cinco días encerrado en una jaula de bambú a la espera de ese veredicto de la Marina Estadounidense que no pinta nada bien.

“Terry Billings, cabo primero del destacamento de reconocimiento 17 del CG número 27 destinado en Camboya… hallándose culpable del asesinato del brigada de primera, Osmund Madsen, por orden del Consejo Disciplinar, se procederá a su ejecución a las 12 horas 30.” Ya llegó. Y sin mover una mierda por mi. Lo que dije: todos somos hombres malvados durante la guerra.

Hoy, a una hora del paseo por la quilla, releo otra vez este panfleto que tanto me inspiró en su día. Esto que vi como algo tan sagrado mientras festejábamos en los peores tugurios de Camboya, hablábamos del Rock´n Roll de Elvis y las tías buenas de las revistas en bikini, o cuando Pack me cubría el culo con el fuego de su M60… Sí, Darius Pack: el tío que me animaba cada día hacia mi vuelta a casa… Y el mismo cerdo que me delató antes que nadie a los jefazos del Cuartel General.

Arrugo el poema, y miro pues de reojo el arma reglamentaria de mi guardia, el joven fusilero Francis Donovan.

Fusil automático Colt M16A1 del 5,56 NATO Estadounidense, el primero con este diseño y calibre de munición.

Mierda…

He matado a tanta gente… He dejado viudas y huérfanos a tantos Charlies del FNLV con esa arma, y sin embargo, joder qué poco la conozco. No sé… me dormiría en las clases de reclutamiento, pensando que servía tan sólo para una cosa: para matar. Pero no he de preocuparme más: hoy, el Tío Sam me dará los buenos días con otra lección práctica y nada teórica ni complicada.

Diez fusiles M16 en ristre, amartillados frente a mi. Otro objetivo de esta guerra absurda, otro enemigo menos del estado. Una diana más y varias decenas de 5,56 perforando y destrozándome por dentro.

Llegó mi hora y no me sorprende. Porque de todas formas, qué coño, es una guerra como otra cualquiera.

José Fran cisco Iranzo Villar

Foto de peligro creado por freepik – www.freepik.es

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