FLASHBACK

«Flashback», una joya a la que no supieron dar secuela

Desarrollado por la compañía francesa «Delphine Software International» con el brutal «Another World» entre su palmarés de éxitos, «Flashback» es uno de los mejores y más míticos juegos de la época dorada de los años 90. Llevándonos hacia el futuro siglo XXII, Conrad B. Hart es un joven campeón de atletismo y destacado estudiante de ciencias, el cual ha estado usando su tesis de fin de carrera para monitorizar por la colonia humana de Titán a varios individuos con una densidad molecular anómala. Éstos seres cambiantes, denominados Morfos, se han infiltrado entre las altas esferas, y su invasión de la Tierra está ya muy cerca si alguien no logra pararles los pies.

Vigilado, atacado y con una única persona en quién confiar, y dándose cuenta de que lo que ha descubierto podría significar su muerte por cualquier callejón, pero que es también de lo que depende la supervivencia de la raza humana, nuestro protagonista decide borrar su memoria y enviarle una copia a su amigo Ian, a fin de pasar por otro transeúnte vulgar y amnésico hasta que Ian le reinstale sus recuerdos y juntos logren frenar a los Morfos. Dicho periplo nos llevará desde la luna de Titán hasta la Tierra y el planeta de los aliens, en un sinfín de tareas y acrobacias al límite acompañadas de una música e historia inolvidables.

Lanzado en 1992 para las consolas y ordenadores de su época bajo el nombre adjunto de «The Quest For Identity», «Flashback» rompió con todo lo establecido gracias a las mejores animaciones que se verían en una generación y la siguiente. Conrad apenas medía unos centímetros, pero su movimiento en 2D resultaba real como la vida misma: podía correr y saltar igual que el mejor de los atletas olímpicos o caer de bruces y levantarse. Andaba de espaldas con el arma en la mano, daba volteretas evasivas, o se descolgaba, resbalaba y se columpiaba en cualquier plataforma… Era como ver a un ser humano dentro de un videojuego. «Delphine Software» y su creador, Paul Cuisset, se sacaron el conejo de la chistera gracias a éste trabajo.

Recuerdo que me lo pasé en seis horas seguidas frente al Commodore Amiga 500, y que cuyo final y experiencia tan emotivas valieron su peso en oro, eso si las comparamos con la bronca que me echaron mis padres por una partida hasta bien cercana la madrugada.

José Francisco Iranzo Villar

Imagen de vecstock en Freepik

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